Las desigualdades en el acceso a internet y el modo de hacerles frente centraron ayer la tercera sesión de las Jornadas sobre Nuevas Tecnologías y Economía Solidaria organizadas por REAS Navarra en streaming y de forma presencial en Geltoki.
Carlos Rey Moreno, de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones, ofreció una visión global de las desigualdades existentes en el mundo en el acceso a internet. “Hoy día solo el 50% de la población disfruta de conectividad a internet (definiendo conectividad como haber utilizado internet en los últimos tres meses) –afirmó, basándose en un estudio de la Universidad de Southamton-. Y esto sucede porque el modelo de negocio que prima en el sector de las telecomunicaciones tiene el retorno de la inversión como la única lógica que se impone a la hora de extender la conexión a internet. Por eso, a los lugares más alejados o donde la gente tiene menor poder adquisitivo, no llega internet”.
Los confinamientos decretados durante la pandemia pusieron todavía más de manifiesto esa realidad, en la que una importante parte de la población mundial no tuvo acceso a la educación, ni el teletrabajo, la cultura o la salud debido a la falta de conectividad. Sin embargo, Carlos Rey señaló que existen alternativas a ese modelo de comunicaciones. “A pesar de que las grandes empresas de telecomunicaciones han extendido la idea de que era imposible que las comunidades crearan sus propias infraestructuras para extender la conectividad a todos los territorios, poco a poco nos hemos dado cuenta de que era posible y estamos desarrollando alternativas comunitarias. En África, por ejemplo, existe ya un millón de kilómetros de fibra óptica que permiten que la conexión a zonas más remotas o comples sea posible mediante proyectos colaborativos. Además, han surgido nuevas tecnologías de bajo coste. El mayor problema, sobretodo en los países del Sur, son las regulaciones, que exigen el pago de licencias a los creadores de infraestructuras de telecomunicaciones, a los encargados de su mantenimiento y a los proveedores de servicios de comunicaciones. Por eso, es importante que los organismos reguladores faciliten esos procesos colaborativos”.
Experiencias en Navarra
Miguel Ángel Irigoyen, representante de la fundación Guifi.net, se centró por su parte en la situación en el estado, donde también señaló las desigualdades de conectividad existentes entre las grandes ciudades y las zonas rurales. “Si hay agua, electricidad o teléfono, también es posible llevar la conexión a internet. Nosotros hemos tendido red de fibra a través de instalaciones de saneamiento, vías de tren y tendidos eléctricos, siguiendo las directrices de la Unión Europea, que pide que se aprovechen y compartan las infraestructuras”, explicó.
Para hacer viable la conexión a internet en zonas más apartadas, Irigoyen señaló que es aconsejable la desagregación de las distintas áreas del sector de la fibra: la inversión en infraestucturas, la instalación de redes, el operador del servicio de comunicación y el mantenimiento de redes. “Nosotras realizamos la inversión con recursos propios, de los ayuntamientos, de la ciudadanía e incluso de entidades privadas; después contactamos con instaladoras y operadores locales que puedan dar el servicio. En pocos años, se amortiza esta inversión y se es propietaria de sus propias infraestructuras de comunicaciones”.
Siguiendo este modelo, Guifi.net ya ha llevado conexión a internet a todos los pueblos del Valle de Erro y está trabajando en proyectos similares en Olza, Goñi y la Sakana. “Naciones Unidas ha reconocido el acceso a internet como un derecho fundamental y, como es muy complicado que las grandes operadoras cambien su filosofía basada la maximización del beneficio a toda costa, las administraciones tienen la responsabilidad de ofrecer soluciones de conectividad a toda la población”.