El sistema de comercio convencional de alimentos se basa en un modelo agrícola en el que predominan las grandes explotaciones, en general menos sostenibles social y medioambientalmente que la agricultura de pequeña escala. La pieza clave son las empresas que controlan la distribución1. Actualmente, según datos del Ministerio de Agricultura, cinco grandes grupos de distribución concentran más del 40% de las ventas minoristas. Mercadona, Carrefour, Día, Eroski, Auchan-Alcampo, Lidl y la división alimentaria de El Corte Inglés facturan más de 40.000 millones de las ventas al por menor.
Las grandes cadenas buscan el máximo beneficio. Esta relación desigual de muchos productores de una parte, y pocas y grandes centrales de compra de la otra, hace que éstas puedan imponer condiciones draconianas a los productores, que incluyen bajar precios de compra en origen, precios de oferta e incluso ventas por debajo de los costes de producción, que se cargan sobre los productores. También incluyen producir donde cueste menos, sin que importen las condiciones de trabajo ni las repercusiones en la agricultura local, ni lo lejos que esté, con unos costes ecológicos que, como no se incluyen en el precio, pagamos todos.
Frente a la dependencia alimentaria hablamos de soberanía o seguridad alimentaria, que se basa en 6 pilares2:
1. Se enfoca en alimento para el Pueblo: La soberanía alimentaria plantea el derecho a una alimentación suficiente, saludable y culturalmente apropiada para todos los individuos, […] y rechaza la propuesta de que el alimento es solo otra pieza mercantilizable para el agro-negocio internacional.
2. Valora a quienes proveen alimento: La soberanía alimentaria valora y apoya los aportes, y respeta los derechos de hombres y mujeres, […] quienes cultivan, crían, cosechan y procesan los alimentos; la soberanía alimentaria rechaza aquellas políticas, acciones y programas que los subvaloran, amenazan y eliminan sus formas de vida.
3. Localiza Sistemas de Alimentación: La Soberanía alimentaria propicia encuentros entre los productores y consumidores de alimentos; pone a quienes proveen y consumen al centro de la toma de decisiones en temas relacionados a la alimentación; resiste a las estructuras de gobierno, contratos y prácticas que dependen y promueven el comercio internacional insostenible e injusto y que otorga poder a corporaciones remotas y sin ninguna responsabilidad por sus acciones.
4. Empodera localmente: La soberanía alimentaria otorga el control sobre territorio, tierra, pastizales, agua, semillas, ganado y poblaciones de peces a proveedores locales de alimento y respeta sus derechos. […] y rechaza la privatización de los recursos naturales a través de leyes, contratos comerciales y regímenes de derechos de propiedad intelectual.
5. Desarrolla Conocimiento y Destreza: La soberanía alimentaria se basa en la destreza y el conocimiento local de los proveedores alimentarios y sus organizaciones locales que conservan, desarrollan y manejan sistemas localizados de producción y cosecha, desarrollando sistemas de investigación apropiados para respaldarlos y cuya sabiduría pueda ser transmitida a las generaciones futuras; y rechaza tecnologías que socavan, amenazan o los contaminan, por ej. La ingeniería genética.
6. Trabaja con la Naturaleza: La soberanía alimentaria utiliza las contribuciones de la naturaleza de manera diversa con métodos de producción y cosecha agroecológica, los cuales maximizan las contribuciones de los ecosistemas y mejoran la capacidad de ajuste y la adaptación, especialmente ante el cambio climático; trata de curar al planeta con el propósito de que el planeta pueda curarnos; y, rechaza métodos que dañan las funciones de los ecosistemas beneficiosos, que dependen de los monocultivos de energía intensiva y fabricas de ganado, practicas de pesca destructiva y otros métodos de producción industrializada, los cuales dañan el medio ambiente y contribuyen al calentamiento global.
En el informe3 de Oxfam “Cultivar un futuro mejor” se ponía de manifiesto cómo el modelo agrícola basado en pequeñas explotaciones era mucho más capaz de resolver la ecuación de como alimentar a 9 mil millones de personas en 2050 sin rebasar los límites ecológicos del planeta, algo que seguramente ya está ocurriendo como viene mostrando el cambio climático.
Si bien es cierto que no todas las plantaciones y explotaciones agrarias de gran escala desarrollan practicas negativas, en general puede afirmarse que la agricultura de pequeña escala es más sostenible social y medioambientalmente porque ocupa a más personas por hectárea y porque es menos ventajoso el uso de fertilizantes y herbicidas nocivos para el medio ambiente –y la salud de las personas–. Además, es un modelo que permite desarrollar derechos como el acceso a la tierra –y particularmente el de las mujeres– y la seguridad alimentaria.
Una pequeña parcela puede tener suficiente con el abono orgánico de origen animal que generan sus pocos animales o con el compost que puedan producir con los deshechos familiares. A gran escala, esto es impensable. Los avances en la productividad de la agricultura ecológica son más evidentes en estas pequeñas explotaciones.
El Comercio Justo es un modelo que cambia las reglas de juego para los productores en tres perspectivas: una distribución de la cadena de valor más equitativa; una actividad económica que promueve el desarrollo de las comunidades más desaventajadas y en particular de las familias campesinas de pequeña escala; y una producción agrícola ecológica que apuesta por la sostenibilidad y la salud de las personas. De las que producen y de las que consumen. Y también representa una alternativa para los consumidores y consumidoras que encuentran en el Comercio Justo una oportunidad de reivindicar un modelo más equitativo y sostenible.
En la cadena de producto, los consumidores están al final, siguiendo el itinerario del producto4 –en algunas industrias se denominan destructores de producto–. Sin embargo, cuando el comercio se considera una herramienta que genera oportunidades de desarrollo para personas que viven en situaciones de marginalidad, los consumidores son en realidad el inicio del proceso. Son los que permiten que la maquinaria funcione.
En los tiempos en los que ejercer la ciudadanía de manera responsable es mucho más que votar cada cuatro años o que entender que los derechos humanos no son negociables, aparecen nuevas maneras de activismo aprovechando las redes sociales y los nuevos flujos de comunicación que permiten a la gente sentir que puede hacer mucho más por conseguir un mundo más justo. Y precisamente ahí, es donde un hecho tan cotidiano como la compra, puede estar provocando consecuencias directas en otros puntos del mundo.
Aunque ya se ha recorrido un largo camino, todavía hay muchos aspectos que deben mejorarse y es necesario seguir trabajando en favor de la mujer5. Las sociedades cooperativas han apostado por ello, y están luchando por dar mayor visibilidad a la mujer al poner en marcha diversos planes de emprendimiento o dinamización, planes que contribuyen a que puedan alcanzar el mismo estatus, oportunidades y derechos que los hombres, dando paso a una sociedad más avanzada, libre e igualitaria, sin discriminación por cuestiones de sexo y donde hombres y mujeres aporten valor a la comunidad.
Queremos poner como ejemplo el trabajo de Aldea Global, una de las sociedades cooperativas que están logrando que la igualdad entre hombres y mujeres sea por fin una realidad.
El café Tierra Madre, de aroma arábica, está cultivado por mujeres propietarias de su tierra.
Tradicionalmente las tierras de cultivo en Nicaragua han estado en manos de los hombres. Los maridos o los padres eran los propietarios de los terrenos que las mujeres cultivaban cada día. Ellas estaban siendo discriminadas simplemente por una cuestión de sexo. Aldea Global dio un importante paso a favor del empoderamiento de la mujer, al luchar para que ellas fueran las propietarias de las tierras que trabajaban y contribuir así al cambio en la titularidad de las parcelas.
Que tú tomes una taza de café Tierra Madre supone que Luz Evelia, Lourdes o Victoria puedan seguir siendo mujeres dueñas de sus vidas; también supone que mujeres de otras comunidades de Nicaragua tengan los mismos derechos que los hombres y que la siguiente generación, sus hijas, puedan seguir decidiendo sobre su vida en igualdad de oportunidades.
En resumen, el Comercio Justo como alternativa a los circuitos comerciales convencionales plantea un recorrido con menor número de eslabones entre el productor y el consumidor3, lo que permite que los productores tengan más capacidad de influencia sobre el precio y las condiciones de comercialización de los productos.
Además, aplica medidas que fomentan el desarrollo comunitario, apuesta por la agricultura ecológica que garantice una producción sostenible y saludable. Muestra de ello es que la producción de azúcar de caña ecológica de Paraguay produce prácticamente la mitad de emisiones de CO2, incluyendo el transporte desde Paraguay, que el azúcar de remolacha de Suiza. Además de que no se han utilizado herbicidas ni químicos en su cultivo.
En definitiva, la historia que nos puede contar un producto de Comercio Justo en su viaje desde que se produce hasta que llega a las manos de quien lo consume es una historia de condiciones dignas, desarrollo comunitario y producción sostenible y saludable, una historia que merece la pena descubrir.
- Dossier: “Lo que nuestra nevera esconde”. Globalexpress Núm,19 Marzo 2013
- Revista Soberanía Alimentaria http://revistasoberaniaalimentaria.wordpress.com/
- Informe de OXFAM INTERMÓN 45. “Cadena de Valores. Comercio justo: la historia que querrás comprar”
- Blog Tierra Madre “La fuerza de los consumidores” 15/7/2020
- Blog Ingredientes que suman “las sociedades cooperativas y su lucha a favor de la mujer”