La tecnología puede definirse como un conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento y responden al deseo de modificar o incidir en el medio para la mejora de las condiciones. Está muy condicionado por el contexto económico, cultural y político en el que se crea, por lo que en absoluto es inocua o neutral, al contrario, los elementos que la conforman y que a través de la misma se realizan, definen y nombran están llenos de ideología.
El mundo digital se ha convertido en poco más de 25 años en parte fundamental de nuestro presente. Sin embargo, su funcionamiento para muchas personas se nos antoja lejano, confuso, incluso ajeno e incomprensible. A menudo desconocemos y ni si quiera nos planteamos cómo y por quién están conformadas, qué implicaciones personales, sociales y medioambientales tienen, cómo estructuran nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestro consumo. Navegamos por las redes desde nuestros aparatos entre la ignorancia o la desconfianza, pero con poco conocimiento para poder construir nuestro propio criterio. Y quizá nada de ello sea casual.
Si el lenguaje vehiculiza y conforma nuestros pensamientos y nuestras relaciones, las tecnologías digitales son una suerte de nuevo lenguaje. El uso que hacemos de ellas no sólo nos define personalmente sino que, sabiéndolo o no, nos influye de muy diferentes maneras. Llamamos “Nuevas Tecnologías” a toda una serie de tecnologías digitales que no son sino el resultado de un proceso de acumulación histórico, como cualquier avance humano. Tampoco parece casualidad entonces que desde los centros de poder se pretenda casi de creación espontánea, se mistifique, se dibuje como demasiado complejo para ser socializada su explicación. Si el conocimiento es poder empoderémosnos.
En un mundo gobernado por la economía y las políticas neoliberales no es de extrañar que el capitalismo monopolice las tecnologías digitales, es lo que llamamos capitalismo digital, un nuevo apellido para entender la evolución del modelo económico al que nos referimos concretamente. Es importante identificar las “nuevas” fórmulas de explotación que genera, los peligros globales que devienen de la máxima capitalista del lucro por el lucro, paraísos fiscales, la minería de datos, la hipervigilancia, le desregularización de los mercados… todo vale en la carrera de la hegemonía y la acumulación. No es de extrañar que el mundo digital sea entonces un mundo que está principalmente en manos privadas donde las administraciones públicas han adoptado un papel completamente secundario. Las políticas de digitalización además son nuevas transferencias de dinero público a manos privadas, siendo pocas las opciones éticas y sostenibles ecosocialmente, pero siendo aún menos las posibilidades que se generan desde las administraciones públicas para construir un modelo de estas características en pro del bien común.
Desde REAS Navarra, especialmente tras un año en que las tecnologías digitales se han mostrado más importantes y presentes que nunca debido a las condiciones impuestas por la sindemia, hemos creído importante no sólo cuestionar este modelo, sino dar a conocer las alternativas que existen y que a menudo no son muy conocidas.